¿Por encima de nuestras posibilidades?

Hace cosa de un año, cuando todavía trabajaba en el sector del mobiliario comercial (sobre eso se podría escribir una novela que iría desde el terror hasta el absurdo), tuve una breve conversación con un camionero que me puso por delante una realidad de esas que parecen obvias pero que si no te paras a pensar en ello pasan a tu lado y no te das ni cuenta. Te llega un tufillo algo molesto pero lo achacas a que alguien debe estar cociendo coliflor o algo parecido. El tipo en cuestión estaba esperando a que yo terminara de preparar un pedido que debía salir esa misma noche para Barcelona y, mientras tanto, decidió darme algo de conversación. La verdad es que después de llevar catorce horas trabajando a mí lo que me apetecía era terminar y marcharme a casa, así que no le prestaba mucha atención mientras él hacía alusiones a la crisis, a lo mal que estaba todo por entonces (y que no ha mejorado gran cosa), el poco trabajo que había y, atención, a que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades. Ahí sí que me paré a escucharle. Me tuve que morder la lengua en ese momento porque tampoco se trataba de discutir con él, pero sí que le dije que al menos yo, no había vivido por encima de mis posibilidades y que esa es una cosa que me parece bastante difícil, más que nada porque todo aquello que está por encima de sus posibilidades se podría decir que entra en el terreno de lo imposible.

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    Llevamos bastante tiempo con la economía en estado comatoso pero seguro que todos recordamos que resultaba bastante sencillo comprarse casi cualquier cosa: viviendas, coches, electrónica para el hogar. Con que tuvieras una nómina que te respaldara muchos bancos no te decían que no a casi nada. Es más, en no pocas ocasiones si te concedían un crédito para la compra de tu vivienda te animaban a meterte en un poquito más para poner la casa a tu gusto o para cambiar de coche, que el tuyo ya había pasado de moda (bien es verdad que los coches pasan de moda al año de haberlos comprado), ellos se ocupaban de que la tasación de la casa cubriera lo concedido y hasta te daban el 120% del valor de la vivienda que comprabas. Por si todo esto fuera poco tenías la posibilidad de comprar a crédito en muchos establecimientos mediante las tarjetas que estos mismos te ofrecían y las propias de los bancos. Vivíamos en una sociedad que nos empujaba al consumo desmedido e irresponsable y que te dotaba de medios que hacían posible que disfrutáramos de bienes materiales que hasta hacía pocos años estaban reservados a personas de mayor poder adquisitivo. Todo eso entraba dentro de nuestras posibilidades, luego no vivíamos por encima de ellas.

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    Se nos dotó de las herramientas para vivir de esa manera, pero no se nos advirtió de las consecuencias de hacerlo, y si alguien hablaba en contra de esta forma de proceder se le tachaba de agorero y se le despachaba con frases como “¡qué tonterías dices!, el ladrillo siempre será una inversión segura”. Desprestigiaron la cultura del ahorro, garante de un crecimiento lento pero sostenido en aras de la cultura del endeudamiento, que proporciona crecimientos fulgurantes y caídas igual de rápidas.

Hace cosa de cinco años, hablando con un subdirector de sucursal bancaria, de una de las cajas que no han tenido grandes problemas (Bilbao Bizkaia Kutxa), le comentaba una operación hipotecaria que había concedido otra entidad de las que se hicieron famosas por el desastre que supusieron (Caja de Ahorros del Mediterráneo) y que incluía todos los ingredientes citados anteriormente y algunos más y que convertían dicha operación en un esperpento. Sencillamente me dijo: “dentro de un par de años veremos donde están ellos y donde estamos nosotros”. Dudo mucho que este señor tuviera dotes proféticas, y también que fuera el único que sabía lo que se estaba cociendo dentro del sector bancario. Estaría bien que alguien hiciera el ejercicio de poner en una balanza los mensajes que estimulaban el consumo y en el otro platillo los que nos advertían o que al menos incluyeran una mínima pedagogía del producto financiero. ¿Por qué no se hacía?, ¿a qué intereses respondía esa actitud por parte de muchos banqueros y políticos?

Es cierto que, como pueblo, tenemos parte de responsabilidad en todo lo que ha pasado. En pocos años nos convertimos en una especie de país de nuevos ricos que no sabían qué hacer con tanto dinero, o mejor dicho con tantas posibilidades de adquirir bienes materiales. Descuidamos nuestra formación y espíritu crítico y preferimos dejarnos cebar por todos aquellos que nos bombardeaban con mensajes consumistas, televisión basura, etcétera.  Todos sabemos adónde va el ganado después de cebarlo, ¿verdad? Al matadero. Hemos permitido que se desvaloricen el estudio y el esfuerzo, y priorizábamos el ganar dinero y el obtener prestigio social a través de éste por encima de estimular al Ser. Uno no es lo que es, sino lo que tiene, era el pensamiento dominante. Mucha gente, ciudadanos normales y corrientes, hizo negocios con un bien de primera necesidad como es la vivienda engordando los precios de manera indecente para ganar en un solo movimiento el dinero que antes costaba años de trabajo y esfuerzo. Llegaba a tal extremo el bombardeo que hasta desde entornos supuestamente «new age» te comían el tarro con libros como «El Secreto» o con ideas del tipo, «compratelo todo porque tú te lo mereces». Y yo que pensaba que la idea era que no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita. En fin… Nos dejamos engañar y manipular por los poderosos y por ello debemos afrontar nuestra responsabilidad, pero no la culpa.

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    La mejor manera que tienen los poderes de mantenernos a raya es hacernos creer que nos merecemos el castigo que nos infligen a través de sus políticas mezquinas y el recorte constante de los derechos sociales que tanto esfuerzo costó conseguir, es decir hacernos creer que los ciudadanos somos los culpables, recalco, culpables, de la situación de crisis económica en la que nos vemos inmersos. Ese discurso-excusa de «es que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades» ha echado raíces en la sociedad de la misma forma que en su momento las echaron los mensajes que alentaban al consumismo desproporcionado.

Somos responsables de habernos dejado engañar, de no haber querido estar más vigilantes de los que detentan el poder y de no haber ejercido el papel de ciudadanos de un país democrático nada más que a la hora de ir a depositar el voto en las urnas cada cuatro años, pero no somos los culpables de la situación económica. Como en toda situación de crisis, y esta no es diferente en ese sentido, tenemos la oportunidad de sentar unas bases nuevas para un futuro mejor y que no se repitan los errores del pasado, ¿cuál será nuestra actitud?, ¿nos hacemos responsables de nuestro futuro o lo dejamos en manos de los de siempre? Es difícil cambiar las cosas, lo sé, pero el primer paso siempre es adquirir conciencia, tener capacidad de análisis y reconocernos como ciudadanos capacitados para ejercer el control democrático de los que son nuestros servidores, no nuestros capataces. Siempre será mejor eso que agachar la cabeza y entonar con tono lastimero: “es que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”.

5 pensamientos en “¿Por encima de nuestras posibilidades?

  1. Yo tampoco he vivido por encima de mis posibilidades, y me molesta que la mayoría de gente lo piense porque no es verdad. Cuando mi, en aquel entonces novio (hoy marido) y yo decidimos alquilar un piso en lugar de comprar (en aquellos «felices» años 2005 – 2006 – 2007) tuvimos que aguantar que mucha gente nos dijera que estábamos tirando el dinero y que es mejor tener una propiedad aunque te hipoteques a mil años; y aún así lo hicimos. Y nos ha dado buen resultado (probablemente hoy podamos comprar el mismo piso que hace 7 años cuando nos fuimos de alquiler, a mitad de precio e hipotecarnos muchos menos años, incluyendo los 7 que ya llevamos de alquiler), lo cual demuestra que muchas veces ir a contracorriente no quiere decir equivocarse. Reflexionemos un poco sobre el camino que nos han hecho llevar y si merece la pena seguir haciendo lo que nos dictan los bancos y las grandes empresas. Hay veces que no tenemos muchas opciones, pero en el caso inmobiliario, está claro que nadie nos obligaba a comprar, pero lo ponían tan fácil que era muy difícil decir que no, sobre todo en este país en el que la cultura del alquiler no se estilaba nada…
    Enhorabuena por la reflexión Miguel, me parece de lo más real y acertada 🙂

    • Ciertamente una de las cosas de las que se han aprovechado es que los españoles somos muy conservadores, quizá no tanto en lo ideológico pero sí en lo material. Eso nos lleva a querer tenerlo todo en propiedad, sobre todo la vivienda para «tener donde caernos muertos», que digo yo que una vez muerto qué más da.

  2. Es muy interesante eso de que antes de la crisis había gente que «advertía» de lo que podía pasar y se les tachaba de agoreros y se les ignoraba… En fin, el tiempo siempre da la razón a quien la tiene, aunque por desgracia los que tenían razón no creo que sientan ningún consuelo pensando «Si yo ya lo veía venir, mira que lo advertí…»
    Estoy leyendo un libro que se llama «El poder de los introvertidos», de Susan Cain, y justo en el capítulo que estoy leyendo comenta que casos como el de Enron y la caída de Wall Street en 2008 podrían haberse evitado si se hubiera repartido el poder y la toma de decisiones entre personas extrovertidas e introvertidas, pero las personas con un perfil introvertido suelen ser más cautelosas y piensan más en las consecuencias futuras que en el beneficio inmediato, y por ese motivo se les tachó de aguafiestas y de no tener interés en generar ganacias para sus empresas, y se les fue apartando poco a poco de las altas esferas… Las cosas hubieran sido bastante diferentes si se hubiera escuchado esa «voz de Pepito Grillo» en vez de acallarla… En fin, de todo se aprende… (o no).

    • En estos casos se puede aplicar aquello de que no hay nada más peligroso que un tonto con iniciativa. La falta de cautela de algunos nos ha colocado en una situación complicada, aunque es más complicada si tratamos de manejarla con las mismas herramientas que veníamos utilizando hasta ahora.

  3. PLAS, PLAS, PLAS!! Nada que añadir, sólo un apunte, y es hacer hincapié en la reflexión que comenta Miguel de que efectivamente, los culpables son los que son (políticos, banqueros, notarios, grandes empresarios…) y nosotros podremos ser responsables de dejarles hacer en mayor o menor medida, cada cuál que analice las decisiones que tomó en el pasado y se otorgue el grado de responsabilidad correspondiente. Mi mujer y yo lo hemos hablado alguna vez y en esta crisis galopante que padecemos, con la gente pasándolo tan mal y demás, tanta negatividad en el ambiente, nos hemos llegado a sentir culpables porque hicimos nuestros deberes en el pasado y hace unos 6 meses cambiamos de coche y mira tú por donde, nos daba vergüenza comentárselo a la gente!! ¿Por qué si como responsables que fuimos supimos ahorrar y vivir responsablemente, y ahora parece que si no estás pasando penurias eres un marginado o algo peor? Lo dicho, los mensajes que inundan a la sociedad día tras día. Mal de muchos consuelo de tontos. Pues eso, que como dice Tere, tenemos que ser todos borregos, y si todos gastamos, que no se salga nadie del redil, y si todos las pasamos putas, que nadie viva cómodamente, excepto ya se sabe, los que manejan los hilos del rebaño y sentados en su grandes despachos acristalados fumando sus puros contemplan su gran obra, riéndose de lo ingenuos que somos la mayoría.
    Un saludete!! Que hay que ser positivo!!! jejeje Una sonrisa por lo menos una vez al día!!

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